El 28 de octubre de 1973, un camionero de 25 años, de nombre Dionisio LLanca, fue protagonista de una increíble historia cerca de Bahía Blanca. Su encuentro con tres seres supuestamente extraterrestres y la permanencia dentro de una nave espacial, ha sido motivo de controversias y presentaciones en los principales congresos ufológicos de decenas de países.
Su historia, es reconocida en todo el mundo y ha sido traducida al inglés, portugués, español y francés, entre otros idiomas. Sin embargo, la mayoría de los sitios especializados en ovnis tiene un dato erróneo: aseguran que Dionisio murió en 1986, cuando en realidad el supuesto abducido vive tratando que nadie se entere de su pasado en una ciudad del sur, donde trabaja desde 2009 como encargado de una estación de servicio.
«Si me volviera a pasar lo de aquella noche, no se lo contaría a nadie. Me hizo mucho mal, me difamaron y usaron. En estos 40 años largos… estuve internado por diferentes problemas emocionales y de salud en hospitales de Rawson, Mendoza y Buenos Aires», dice Dionisio Llanca, en una nota publicada por un diario bahiense.
El evento se produjo mientras le cambiaba una rueda pinchada a su camión, a la 1.30 de la madrugada de aquel sábado, en la banquina del kilómetro 705 de la ruta 3. Dos hombres y una mujer vestidos con trajes grises ajustados y con botas y guantes de color amarillo, aparecieron de la nada a su lado.
A unos 7 metros de altura, sobre una arboleda que también sobrevive al paso del tiempo, estaba suspendida la nave, a la que describió como de unos 4 metros de diámetro y silenciosa como la noche en el medio del campo. Antes, sólo había notado que una luz amarilla se acercaba por la ruta.
Según su relato, en ese momento quedó inmovilizado, aunque contó que no fue por el miedo, sino porque una fuerza desconocida se lo impedía. Pudo escuchar a los seres hablando entre ellos en un idioma que le resultaba indescifrable, hasta que uno lo levantó por el cuello y otro le pinchó uno de sus dedos. Lo último que vio fueron dos gotas de sangre que se deslizaban desde el índice hacia el piso y la mirada fija de la mujer. Luego perdió la conciencia.
Cuando despertó, aproximadamente poco después de las 3, se encontraba en el predio de la Sociedad Rural, tirado junto a unos vagones y a unos 10 kilómetros de donde todavía se encontraba estacionado su camión, que fue recogido por la policía horas más tarde.
«En el año 76, cansado de que me inyecten Pentotal –el llamado suero de la verdad– y los problemas que me generaba recordar todo eso decidí escaparme, no aparecer más», dice.
Su fuga hacia el anonimato lo llevó a lugares que no imaginó. En la etapa siguiente pasó dos años y medio internado en hospitales de Mendoza, Buenos Aires y Rawson.
«Se me caía la piel de todo el cuerpo y por momentos se me enrojecían tanto los ojos que parecía que me iba a quedar ciego. Los médicos me decían que tenía índices de exposición a radioactividad, aunque lo peor de todo es que de vez en cuando veía la luz del ovni», dice.