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Los juicios europeos a los «hombres lobo»

Aún pasada la Edad media, en los siglos XV, XVI y XVII, muchos hombres fueron acusados de ser hombres lobo y quemados en la hoguera. Algunos de ellos, después de ser sometidos a brutales torturas, confesaron atroces crímenes y, aunque en algunos casos podrían haber sido asesinos reales, la gran mayoría eran mendigos, ermitaños o pastores. Los juicios a menudo contaban con supuestos testigos, los que aseguraban haber visto a los acusados en la noche, transformados en fieras, con enormes y puntiagudos dientes, corriendo a velocidades increíbles.

Los juicios de hombres lobo en Europa

Las acusaciones de hombres lobo fueron parte de los juicios de brujas, los que eran comunes en algunas partes de Europa en el siglo XV.

En el año 1521, un grupo de inquisidores designados por el Papa, presidieron varios de estos juicios, como el de Pierre Burgot y Michel Verdun, dos pastores que confesaron haber hecho un pacto con el demonio, a cambio de comida. Después de relatar cómo cazaban y comían niños, fueron quemados en la hoguera.

En 1573, Gilles Garnier, un inmigrante pobre que vivía en el bosque, confesó haber matado y comido con su familia a cuatro niños un viernes, un doble sacrilegio para la Iglesia. Sin importar que encontrarse a casi 60 kilómetros del lugar de desaparición de los niños, fue condenado y quemado en la hoguera.

Peter Stumpp fue acusado en 1589 en Alemania. Lo ataron a una rueda de carro, le quitaron la piel con pinzas ardientes, lo quemaron en la hoguera y le cortaron la cabeza. Esta fue unida a un cadáver de lobo y exhibida como una advertencia para los ciudadanos que se vieran tentados a hacer pactos con el demonio.

En 1692 en Suecia, un hombre llamado Thiess, de 80 años de edad, declaró ser un hombre lobo y entrar al infierno tres veces al año, para asegurar una buena cosecha. El anciano fue condenado, sentenciado a flagelación y desterrado de por vida

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Hombre lobo, una enfermedad diagnosticada

En la época, era muy común que los médicos fueran llamados a los tribunales a dar su testimonio. La opinión de algunos de los galenos era que los hombres lobo sufrían de una especie de depresión que ocasionaba delirios. Otros, decían que el diablo alteraba los humores corporales de estos hombres, ocasionando esta “dolencia”.

La Iglesia pronto dejó de ocuparse de estos juicios, de los que se encargó el Parlamento, quien lanzó un edicto alentando a los ciudadanos a salir a la calle con picas, garrotes y arcabuces, para cazar a los hombres lobo, o matarlos.

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