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Los misterios del estornudo

De “presagio de la muerte” a “don divino”: el estornudo quizás sea la reacción fisiológica común que más teorías raras ha generado

Cuenta la tradición hebrea que, justo antes de morder la manzana, Adán estornudó. En ese momento parece que no le preocupó mucho, pero después de la que se lio con la dichosa quinta pieza de fruta al día lo acabó interpretando como “un signo del mal y un presagio de muerte”. El runrún quedó ahí, Jacob le preocupaba no llegar a ver a su hijo, suplicaba a Dios que cambiara el orden natural de las cosas no fuera que un mal estornudo se lo llevara al otro barrio.

De ahí viene por la tradición medieval que deseemos “salud” en España, “saúde” en Portugal o “Gesundheit” en Alemania a quien recién acaba de estornudar. Como para ahuyentar a los malos augurios; que no está la vida como para jugársela a los dados. Sin embargo, por común, no deja de resultarme sorprendente todo lo que ha llegado a significar un simple estornudo.

Un compañero fiel que no siempre hemos sabido entender

Aristóteles, , estaba convencido de que, frente al flato o los eructos, el estornudo era el único que tenía una ‘naturaleza sagrada’ porque procedía “del principal y más hondo y divino de los órganos, el que contiene el espíritu”. Hipócrates, en cambio, aunque no se decidía sobre la bondad o maldad del estornudo, sí describió el principio de inhibición recíproca al señalar que estornudar era el mejor remedio para el hipo.

Como decía, la historia del estornudo en Occidente no puede entenderse en toda su complejidad sin la peste negra. Fue entonces cuando se popularizó de nuevo el “salud” de la tradición judaica o el “Jesús” de la cristiana como una forma de desear que ese ‘achís’ no fuera el quicio de la puerta de la maldita plaga. El “Dios te bendiga” que aún resuena en las fórmulas inglesas (‘bless you’) viene, según parece, de una de las muchas plagas que azotaron la Roma papal del medievo.

Por contra, en muchos otros sitios, el estornudo fue considerado algo bueno. Fantástico. La medicina tradicional hindú lo solía provocar como una forma de equilibrar humores internos y tratar enfermedades mientras que la más arcaica medicina africana lo usaba protopsiquiátricamente como una forma de curar la enfermedad mental (supuestamente provocada por la existencia de gusanos en el cerebro). Para acabar, por acabar en algún momento, los aztecas lo utilizaban para el dolor de cabeza.

Pero, ¿qué es un estornudo?

En realidad, un estornudo es algo muy sencillo. Se trata de un acto reflejo, súbito y compulsivo, cuya finalidad es expulsar grandes cantidades de aire por la nariz y (a veces) también por la boca. Es, pues, un reflejo fisiológico que emplea defensivamente el aparato respiratorio. Por eso, lo habitual es que se produzca cuando ciertas partículas extrañas irritan la mucosa nasal. Y sí, he empleado “habitual” con toda la intención del mundo.

Según parece, y esto son estimaciones medias, antes de cada estornudo inhalamos unos dos litros y medio de aire. Esa es la primera fase, la inhalatoria. En ese momento, los músculos abdominales tensan el diafragma para aumentar la presión en los pulmones y conseguir que el aire salga por la nariz a una velocidad de vértigo: entre 70 y 130 kilómetros por hora.

La saliva que se suele expulsar con el estornudo puede cubrir un área de hasta 8 metros cuadrados. Y es precisamente eso lo que hace del estornudo uno de los peores vectores de diseminación de enfermedades del mundo. Sin embargo, el estornudo es más popular precisamente cuando es más inofensivo: en primavera, verano u otoño.

Cuando está causado por la ‘rinitis alérgica’. Un clásico, de hecho. Este tipo de rinitis, provocadas por el polen de árboles, malezas y pastos, se convierte en el gran personaje recurrente de la vida de prácticamente un tercio de la población. Es insufrible, insoportable, una cruz. Pero, aún y con todo, hay estornudos peores.

¿Achis?

Entre un 18 y un 25% de la población estornuda repentinamente cuando se expone a una luz brillante. Es lo que se conoce como ‘estornudo fótico’ y es un viejo conocido (y una causa de incapacidad) de los pilotos de aviación. Según parece es hereditario y se produce por una cercanía anatómica entre el segundo par craneal (el ocular, el responsable de llevar al cerebro la información visual) y el quinto (el trigémino, que parece ser el responsable de los estornudos).

Cuando hay una luz muy brillante, la excitación del nervio óptico puede provocar la excitación del trigémino. Esa señal se interpreta como irritación de las mucosas y despliega un hermoso, molesto y enorme estornudo. Algo parecido (aunque vinculado esta vez al bulbo raquídeo) puede estar detrás de las personas con tendencia natural a estornudar después de comer, cuando ven algo placentero

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