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Por qué el apoyo mayoritario a Palestina no se traducirá en la creación de un Estado

Es probable que el reconocimiento de un Estado palestino domine los debates en la Asamblea General de la ONU que se celebra esta semana en Nueva York.

MundoHace 5 horas Maha Nassar, University of Arizona
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Estadounidenses pro palestinos se reúnen en Nueva York en una marcha hacia la ONU el 18 de septiembre de 2025. Selcuk Acar/Anadolu via Getty Images

De los 193 Estados miembros, unos 150 reconocen ya el Estado palestino. Australia, Canadá y el Reino Unido se han convertido en los últimos en hacerlo. Y se espera que ese número aumente en los próximos días, ya que varios países más anunciarán oficialmente un reconocimiento similar.

El hecho de que una serie de naciones occidentales estén añadiendo sus nombres a la lista casi universal del sur global supone una importante victoria diplomática para la causa de una nación independiente, soberana y autónoma para los palestinos. Por el contrario, implica una gran derrota diplomática para Israel, especialmente dos años después de contar con el apoyo masivo de las naciones occidentales tras el ataque del 7 de octubre por parte de Hamás.

Como estudiosa de la historia moderna de Palestina, sé que este momento diplomático lleva décadas gestándose. Pero también soy consciente de que ya se han producido avances simbólicos e insignificantes sobre esta cuestión.

La realidad sin Estado

La lucha por la creación de un Estado palestino se remonta al menos a 1967. Durante la guerra de los Seis Días contra una coalición de Estados árabes, Israel conquistó y amplió su control militar sobre el resto de lo que era la Palestina histórica , una franja de tierra que se extiende desde el río Jordán, al este, hasta el mar Mediterráneo, al oeste.

Al término de la guerra, Israel había tomado el control de Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza.

A diferencia de lo que ocurrió tras la guerra de 1948, que condujo a su independencia, Israel optó por no conceder la ciudadanía israelí a los palestinos que vivían en las zonas recién conquistadas. En su lugar, comenzó a gobernarlos mediante una serie de órdenes militares.

Un hombre extiende los brazos para enfatizar su discurso mientras se encuentra de pie ante un atril.
Yasser Arafat se dirige a la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1974. Bettmann / Contributor

Estas órdenes controlaban casi todos los aspectos de la vida palestina, y muchas siguen vigentes en la actualidad. Por ejemplo, si un agricultor quiere cosechar sus olivos cerca de un asentamiento judío en Cisjordania, necesita un permiso. O si un trabajador de Gaza quiere trabajar dentro de Israel, necesita un permiso israelí. Incluso rezar en una mezquita o iglesia en Jerusalén Este depende de la obtención de un permiso.

Este sistema de permisos servía como un recordatorio constante a los palestinos que vivían en los territorios ocupados de que carecían de control sobre sus propias vidas cotidianas. Mientras tanto, las autoridades intentaban aplastar la idea de la nacionalidad palestina mediante políticas como la prohibición de exhibir públicamente su bandera. Eso, y otras expresiones de identidad nacional en los territorios ocupados, podían acarrear penas de hasta 10 años de prisión.

Estas políticas encajan con la creencia, expresada en 1969 por la entonces primera ministra israelí Golda Meir, de que “en esta zona no existe tal cosa como los palestinos”.

El auge del nacionalismo palestino

Casi al mismo tiempo que Meir hizo ese comentario, los palestinos comenzaron a organizarse en torno a la idea de la creación de un Estado.

Aunque la idea ya se había planteado anteriormente, la creación de un Estado se codificó como doctrina oficial en una resolución en febrero de 1969 en Egipto. Esto ocurrió durante una sesión del Consejo Nacional Palestino, el órgano legislativo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que se formó en 1964 como representante oficial de sus ciudadanos en los territorios ocupados.

Esa resolución pedía un Estado libre, secular y democrático en Palestina –incluido todo el Estado de Israel– en el que musulmanes, cristianos y judíos tuvieran los mismos derechos.

A partir de ese momento, la lucha contra la ocupación tomó dos caminos paralelos: la presión diplomática y la resistencia armada.

Pero los acontecimientos sobre el terreno socavaron la idea de un único Estado para todos según lo previsto en la resolución de El Cairo.

El final inconcluso de la guerra árabe-israelí de 1973 abrió la puerta a una mayor diplomacia entre Israel y los Estados árabes. Egipto e Israel decidieron que la diplomacia les ayudaría a alcanzar sus objetivos, lo que culminó en el tratado de paz entre Egipto e Israel de 1979. Pero el tratado también dejó a los palestinos sin el apoyo árabe unificado.

Mientras tanto, a lo largo de la década de 1970, la ocupación israelí se profundizó y afianzó con la construcción de asentamientos israelíes, especialmente en Cisjordania.

La OLP respondió en 1974 con la publicación de lo que se conoció como el Plan de 10 Puntos, en el que se orientaban hacia la búsqueda del establecimiento de una autoridad nacional en cualquier parte de la Palestina histórica que pudiera ser liberada.

Luego, en 1988, un año después del inicio de la primera intifada palestina, la OLP declaró unilateralmente la independencia en los territorios ocupados en 1967.

La medida fue en gran medida simbólica: Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este seguían bajo ocupación, y la OLP se encontraba entonces en el exilio en Túnez.

Pero representó la unión de los palestinos en el exilio –la mayoría de los cuales procedían de ciudades y pueblos que ahora formaban parte del Estado de Israel– con los palestinos de los territorios ocupados.

La declaración fue redactada por el poeta palestino Mahmoud Darwish, que creció en Israel, y proclamada por Yasser Arafat, líder de la OLP en el exilio.

También fue un momento de gran esperanza. Lo que la mayoría de los palestinos querían era que la comunidad internacional los reconociera como un organismo nacional, merecedor de un lugar en la mesa con otros Estados-nación.

Compromiso y rechazo

Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este comprenden alrededor del 22 % de la Palestina histórica. Por lo tanto, la declaración significaba efectivamente que los palestinos renunciaban al 78 % restante de lo que consideraban su tierra.

La reacción de la comunidad internacional ante la declaración de la OLP fue dividida. Muchos países del Sur Global que habían sido colonizados en el pasado reconocieron inmediatamente la independencia palestina.

Unos 78 países avalaron la declaración. Israel la rechazó de plano, al igual que Estados Unidos y la mayoría de los países occidentales.

La oposición de Washington fue tal que Estados Unidos denegó el visado a Arafat antes de su previsto discurso ante las Naciones Unidas en su sede de Nueva York. Como resultado, la reunión de diciembre de 1988 tuvo que trasladarse a Ginebra.

Aunque se negaron a aceptar la condición de Estado palestino, Estados Unidos e Israel comenzaron a reconocer a la OLP como órgano representativo del pueblo palestino. Esto formaba parte de los Acuerdos de Oslo, un proceso diplomático que muchos creían que trazarían una hoja de ruta para una eventual solución de dos Estados.

Mientras que algunos palestinos consideraban los acuerdos como un avance diplomático, otros se mostraron más escépticos, entre ellos Darwish y el profesor palestino-estadounidense Edward Said, que creían que Oslo era un regalo envenenado: aunque se presentó como un paso hacia una solución de dos Estados, el acuerdo no decía nada sobre un Estado palestino en el ínterin.

En realidad, los Acuerdos de Oslo no han conducido a la creación de un Estado. Más bien, crearon un sistema de autonomía fragmentada bajo la recién creada Autoridad Palestina que, aunque estaba destinada a ser provisional, se ha convertido en permanente.

A la Autoridad Palestina solo se le concedieron poderes limitados y se le privó de una independencia real. Aunque tenía cierta influencia en la educación, la sanidad y los servicios municipales, Israel mantuvo el control de las tierras, los recursos, las fronteras y la economía palestinas. Esto sigue siendo así hoy en día.

Nuevo impulso para el reconocimiento del Estado

La desilusión con los Acuerdos de Oslo contribuyó a la segunda intifada, mucho más violenta, de 2000 a 2005.

Mahmoud Abbas, líder de la Autoridad Palestina tras Arafat, respondió impulsando de nuevo el reconocimiento internacional de la condición de Estado.

Y en 2012, la Asamblea General de la ONU votó a favor de mejorar el estatus de Palestina, elevándolo de “observador no miembro” a “Estado observador no miembro”.

Dos hombres se dan la mano.
La delegación palestina en la Asamblea General de la ONU antes de la votación para elevar el estatus de Palestina a Estado observador no miembro en 2012. Stan Honda/AFP via Getty Images

En teoría, esto significaba que los palestinos ahora tenían acceso a organismos internacionales, como la Corte Penal Internacional y la Corte Internacional de Justicia.

Pero cualquier cambio significativo en el estatus de la soberanía palestina tendría que pasar por el Consejo de Seguridad de la ONU, no por la Asamblea General.

Estados Unidos sigue oponiéndose a que los palestinos obtengan la condición de Estado independiente. Mientras tenga derecho de veto en el Consejo de Seguridad, la consecución de un Estado verdaderamente soberano seguirá estando fuera de discusión. Y eso seguirá siendo así, independientemente de lo que hagan otros miembros del Consejo de Seguridad como Francia y el Reino Unido.

De hecho, muchos palestinos y otros críticos del statu quo afirman que las naciones occidentales están utilizando la cuestión de la condición de Estado palestino para inhibirse en la tarea diplomática mucho más difícil de hacer responsable a Israel de lo que un organismo de la ONU acaba de describir como un genocidio en Gaza.The Conversation

Maha Nassar, Associate Professor in the School of Middle Eastern and North African Studies, University of Arizona

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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