
Hace sólo unos días, la prestigiosa revista científica Cell publicó un breve artículo que ha reavivado esta pregunta y plantea una reflexión crítica sobre las terapias con células madre mesenquimales, tan de uso en algunas clínicas, que hasta ahora no habían demostrado resultados sólidos contra el envejecimiento. De hecho, en este artículo subrayan que los riesgos y la variabilidad entre tratamientos han generado más dudas que certezas.
Durante años, las terapias con células madre se presentaron como el futuro del rejuvenecimiento, pero la realidad ha sido mucho menos brillante. En varios ensayos clínicos, las células trasplantadas apenas lograban integrarse en los tejidos y, cuando lo hacían, envejecían o morían rápidamente sin producir mejoras duraderas.
Pero ahora, en el breve análisis antes comentado, los autores describen un estudio revelador que, según ellos, marca un punto de inflexión al ser un trabajo experimental tremendo, detallado y sorprendente que demuestra algo nunca visto con esa profundidad: el rejuvenecimiento es posible, al menos en primates.
El estudio que lo demuestra
El trabajo al que se refieren parte de una idea arriesgada pero lógica: si las células madre envejecidas no funcionan bien en un cuerpo también envejecido, ¿por qué no modificarlas antes de trasplantarlas y que así funcionen?
Y se pusieron manos a la obra: modificaron genéticamente células madre mesenquimales humanas, de modo que mejoraron la función del gen FOXO3, directamente relacionado con el daño celular que se produce con la longevidad.
FOXO3 ayuda a reparar daños en el ADN, reduce el estrés oxidativo y mantiene a raya a las células que empiezan a fallar. Se puede considerar, en cierto modo, un centinela molecular. De ahí que los investigadores recurrieran al “elegante truco” de hacer que FOXO3 permaneciese activo durante más tiempo.
Con este cambio, las células resultaron ser más resistentes al estrés y al daño del ADN con la edad. Y eso les llevó a bautizarlas como SRCs (siglas de senescence-resistant cells, o células resistentes al envejecimiento).
Pero no se quedaron en las células. Durante diez meses consecutivos, el equipo de investigación inyectó, cada dos semanas y por vía intravenosa, estas células a primates Cynomolgus, con una edad equivalente a la de un ser humano de entre 60 y 70 años. Lo que observaron no era nada común: los órganos de los primates rejuvenecían.
Los órganos que rejuvenecen
El cerebro fue uno de los órganos más sensibles al tratamiento. Los animales mostraron menos atrofia cortical y un aumento de la conectividad en el hipocampo, la región cerebral relacionada con la memoria y el aprendizaje. Incluso disminuyeron las proteínas vinculadas con la enfermedad de Alzheimer. Según los relojes epigenéticos basados en análisis de transcriptómica (que estudian cómo se expresan los genes), algunos tipos neuronales “retrocedieron” más de seis años en su edad biológica.
Y el efecto no se detuvo ahí. El sistema óseo mejoró su densidad, se detectó menos inflamación crónica y menos células senescentes. Los tejidos de la piel, el músculo o el intestino presentaron patrones moleculares más jóvenes. E incluso el sistema reproductor, uno de los más afectados por el paso del tiempo, experimentó un rejuvenecimiento sorprendente: las hembras mostraron oocitos más jóvenes y en los machos mejoró la espermatogénesis.
Quizá lo más interesante del estudio no sea el rejuvenecimiento en sí, sino cómo ocurre. Las células trasplantadas no se quedaron en los tejidos y no reemplazaron células viejas por células nuevas. Su acción se debió a los exosomas, es decir, pequeñas vesículas celulares cargadas de instrucciones moleculares que parecen reprogramar el estado funcional de otras células.
Lo verdaderamente sorprendente es que, cuando los investigadores administraron solo los exosomas, sin células, se reprodujeron muchos de los efectos rejuvenecedores, lo cual abre la posibilidad de terapias más seguras y fáciles de controlar.
De momento, solo hay resultados en primates
¿Podemos, entonces, revertir nuestra edad biológica? La tentación de sacar conclusiones rápidas es grande, pero hemos de ser prudentes. Este trabajo es sólido, sí, pero sigue siendo preclínico y realizado en primates no humanos.
Quedan muchas preguntas abiertas. Por ejemplo, ¿son duraderos estos cambios? ¿Es seguro intervenir de esta manera durante años? ¿Qué moléculas exactas contienen esos exosomas? ¿Se comportará el organismo humano igual que el de estos primates?
Aún así, el experimento aporta evidencias de que el envejecimiento no es un muro completamente rígido, sino un proceso dinámico que responde a señales celulares, que se acelera o se frena, y que puede retroceder.
Si estos resultados se consolidan podrían cambiar el modo de entender la medicina del envejecimiento. En lugar de tratar cada enfermedad asociada a la edad por separado, se podrían intervenir a la vez todos los procesos biológicos que las originan, como la inflamación crónica, el daño celular y la pérdida de resiliencia tisular.
No estamos hablando de inmortalidad ni de elixires mágicos. Estamos hablando de biología celular y tisular real, medible y replicable. Y eso, por sí mismo, ya supone una revolución silenciosa.
Rejuvenecer: ¿para qué y para quién?
La posibilidad de revertir la edad biológica despierta entusiasmo, pero también obliga a hacerse preguntas incómodas. ¿Buscamos vivir más años o vivirlos mejor? ¿Quién tendría acceso a estas terapias si algún día llegan a ser seguras y eficaces?
Por otro lado, el impacto no sería solo individual, sino que afectaría a los sistemas de salud, a la forma de entender la vejez y, en última instancia, a nuestro propio modelo social.
Además, el riesgo de que estos avances se confundan con promesas simplificadas de “anti-aging” es real. Por eso hacen falta regulaciones estrictas y una evidencia clínica sólida. Está claro que rejuvenecer no es solo un reto biológico: también plantea un desafío ético y social.![]()
Francisco José Esteban Ruiz, Profesor titular de Biología Celular, Universidad de Jaén
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.



















