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¿Hace realmente la democracia al mundo más pacífico?

Desde 1945, gran parte de la sociedad está convencida de que las democracias son sinónimo de paz. Pero ¿es realmente así? ¿Y qué implicaciones tiene promover la democracia en otros países? Estas son las respuestas de especialistas en la materia.

AnálisisAyer SWI
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Suiza no sólo es un país pacífico y democrático, sino que también – como se afirma en su Constitución – está comprometida con la democracia y la «coexistencia pacífica de los pueblos» en todo el mundo. La estrecha relación entre democracia y paz en la visión suiza se refleja en que la promoción de la democracia, dentro del Ministerio de Asuntos Exteriores, recae en el departamento de “Paz y Derechos Humanos”.

La idea de que la democratización favorece la paz ha influido a nivel internacional desde 1945. Tras la Segunda Guerra Mundial, las guerras entre Estados se han reducido, mientras que el número de democracias ha ido en aumento.


En 2024, los regímenes autocráticos vuelven a superar en número a las democracias. Las democracias liberales —aquellas que garantizan derechos y libertades individuales— se han convertido en una forma de gobierno cada vez más rara: solo 900 millones de personas viven bajo este sistema. Por otro lado, el 72% de la población mundial vive en una dictadura. Es la cifra más alta desde 1978. Al mismo tiempo, países occidentales como Estados Unidos han reducido sus esfuerzos por promover la democracia en el extranjero.

¿Están estos hechos relacionados con los numerosos conflictos que existen en el mundo?

La democratización no solo ha prometido paz, sino también prosperidad, señala a SWI swissinfo.ch la politóloga Karina Mross: «En cambio, el ejemplo de China ha restado fuerza a este argumento. Sobre todo porque China intenta definir su propia forma de democracia». Hace unos años, China publicó un informe en el que defendía que su sistema autoritario es, en realidad, “una democracia que funcionaEnlace externo”. Cada vez más, los Estados autoritarios —también en el seno de organismos internacionales— tratan de contrarrestar el orden liberal promoviendo su propio modelo de valores y prosperidad.

Si se deja de lado el argumento económico, queda la duda de si la democratización garantiza al menos la paz.


Paz entre democracias: ¿mito o realidad?


La idea de la «paz democrática» fue desarrollada por el filósofo alemán Immanuel Kant en el siglo XVIII. Hoy en día, la politología recurre a estudios de campo y métodos cuantitativos para analizar esta cuestión.

Como la población soporta los costes de la guerra, suele ser crítica con las guerras según la teoría de la paz democrática, explicó Hannah Smidt, politóloga y profesora adjunta de la Universidad de St. Gallen, en su presentación en las «Jornadas de la Democracia de Aarau 2025». En las democracias, las decisiones políticas dependen de la voluntad popular expresada en las urnas. Al no poder actuar en contra de su propia ciudadanía, estos sistemas tienden a ser más pacíficos.

Existe un consenso científicoEnlace externo en que los Estados democráticos tienden a mantener relaciones más pacíficas entre sí que con regímenes no democráticos. Sin embargo, la teoría de la paz democrática es sólo una posible explicación. Otros atribuyen esa convivencia pacífica más bien a factores como las relaciones comerciales o la pertenencia común a organizaciones internacionales. «¿Es realmente tan importante la democracia para la paz? El debate sigue vigente», afirma Smidt a Swissinfo.

El debate es intenso también porque, desde la Segunda Guerra Mundial, solo ha disminuido el número de guerras entre Estados. En cambio, el número de guerras civiles ha aumentado, aunque el número de democracias ha crecido durante este período.

>> Haga clic en play para visualizar el número de conflictos año por año desde 1945

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«Los regímenes centristas son más inestables»
«Investigaciones recientes demuestran que las democracias tienden a ser más pacíficas que las autocracias», afirma Karina Mross, investigadora del Instituto Alemán de Desarrollo y Sostenibilidad. Durante mucho tiempo se dijo que «ambas son igual de estables y que los regímenes del centro son más inestables». Sin embargo, la perspectiva a largo plazo también pinta un panorama diferente para los Estados autocráticos. «Lo vimos en Siria, por ejemplo, cuando tras décadas bajo los Assad estalló una guerra civil. La probabilidad de que en algún momento surja una oposición violenta es considerablemente mayor en las autocracias», afirma Mross.

Existen «algunas pruebas empíricas» de que «los conflictos violentos tienen un mayor riesgo en las fases iniciales de una autocracia», explica Mross. «En este contexto, desde hace tiempo se debate si el riesgo de guerras civiles aumenta durante los procesos de democratización. Eso plantea una pregunta fundamental: ¿debemos promover la democracia sin reservas?».

Investigación sobre el terreno en Nepal, Burundi y Liberia
Mross analizó esta cuestión en su tesis doctoral y llegó a una conclusión clara. Según explica, «el respaldo internacional a la democracia contribuye a una paz duradera cuando se apoya en actores locales que ya han promovido la democratización desde dentro», explica.

Comparó el desarrollo en países que adoptaron la democracia tras una guerra civil y realizó investigaciones sobre el terreno en Nepal, Burundi y Liberia. Aunque no todos estos países son democráticos hoy en día, está claro que el apoyo externo a la democracia puede mitigar los efectos desestabilizadores. Y añade que «el apoyo externo ayuda a garantizar que la democratización avance pacíficamente incluso después de una guerra civil».

Sin embargo, Mross niega que la promoción de la democracia sea buena per se. «Se necesitan actores locales que exijan democracia. Es muy difícil imponer la democracia desde fuera. Debe haber un “impulso interno”, dentro del propio país. Entonces el apoyo internacional podría contribuir de forma importante y marcar la diferencia».

Promoción de la democracia en EE.UU. bajo la sombra de intereses geopolíticos
La promoción de la democracia en el extranjero por parte del Estado suele ser cuestionada debido a su vinculación con intereses de política exterior y diplomacia. «Estados Unidos ha vinculado la promoción de la democracia con intereses geopolíticos, especialmente en determinadas regiones», afirma Mross. Eso ha socavado la legitimidad y la neutralidad.

Sin embargo, en muchos lugares, la implicación estadounidense ha tenido un efecto positivo duradero, gracias a los grandes recursos y a la capacidad de ejercer presión diplomática. «En el caso de Liberia, pude demostrar que a veces la presión externa puede marcar la diferencia si las propias instituciones del país aún no son lo bastante fuertes como para impedir las tendencias autoritarias», explica Mross.

La pregunta decisiva para Mross es si en caso de duda, ¿se aplicaría la primacía de la promoción de la democracia o la de los intereses económicos o de otro tipo? Si entonces la democracia pasa a un segundo plano, eso supondría un grave problema «para la credibilidad y la eficacia de la promoción de la democracia».

Sin embargo, si «la diplomacia se centra realmente en la causa de la democracia», Mross considera positivo que la diplomacia y la promoción de la democracia estén estrechamente interrelacionadas. Así lo ha podido constatar en el caso de Suiza en Nepal. Desde el final de la guerra civil en 2006, Suiza apoya allí el proceso de paz y la creación de instituciones democráticas estables.

También puede leer nuestro artículo sobre cómo, en qué países y con qué objetivos promueve Suiza la democracia en el extranjero:


¿Traerá la autocratización más conflictos?


Si observamos la actual tendencia mundial hacia el autoritarismoEnlace externo, la imagen que se perfila es la de muchos Estados en situaciones híbridas o con regímenes híbridos. Estos «regímenes intermedios», como los llama Mross, eran originalmente Estados autoritarios de los últimos 80 años que se han abierto a la sociedad en diversos grados. Hoy existen nuevos «regímenes en el centro», Estados que han sufrido un desmantelamiento de la democracia. Y ahora, como autocracias competitivas o democracias iliberales, están atrapados entre la autocracia y la democracia.

Aún se desconoce si esta ola de autocratización aumenta el riesgo de guerra civil en los países afectados. Mross y su equipo están estudiando la cuestión. «Por un lado, podemos constatar que el número de conflictos se encuentra actualmente en un nivel extremadamente alto. Y por otro, muchos países autocráticos. Puede haber una conexión, pero no tiene por qué haberla», dice Mross.

Por eso pretenden investigarlo a fondo. «Varios argumentos sugieren que hay un mayor número de conflictos». El factor decisivo es probablemente la rapidez con la que el aparato represivo de un «régimen autocrático» es capaz de «suprimir las tendencias desestabilizadoras».

Queda por ver qué efecto tendrá el hecho de que los Estados que una vez promovieron la democracia estén experimentando actualmente una reducción de la democracia ellos mismos. Al mismo tiempo, las organizaciones internacionales también están experimentando un cambio lento y fundamental. Por ejemplo, las misiones de mantenimiento de la paz de la ONU reciben con menos frecuencia mandatos de apoyo a la democratización que hace una década, aunque la investigación de Smidt reveló que dichos mandatos de promoción de la democracia tienen un efecto positivoEnlace externo.

Es posible que las misiones sin mandatos democráticos se deban a que el equilibrio de poder en las organizaciones internacionales se está inclinando hacia las autocracias.

Editado por Giannis Mavris. Adaptado del alemán por Carla Wolff.

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