¿Para qué tener hijos si puedes tener un perro?

Los perrhijos están redefiniendo cómo se satisface la necesidad de formar una familia, mientras la natalidad en todo el mundo desciende sin parar

MundoEl miércoles
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Tener perro ya no es solo tener mascota: es, en muchos hogares, una nueva forma de hacer familia. ¿Qué nos lleva a “criar” perros como si fueran hijos?

Investigadores de la Universidad Eötvös Loránd, en Hungría, han analizado en profundidad esta tendencia desde una perspectiva científica. Su revisión, publicada en la revista European Psychologist, no afirma que los perros estén reemplazando a los hijos humanos, pero sí apunta a que, para muchas personas, representan una forma de satisfacer el deseo innato de cuidar y vincularse emocionalmente con otro ser dependiente. Y lo hacen, además, con menos exigencias que implica la crianza de un hijo biológico.

El estudio parte de un contexto global claro: en muchos países desarrollados de Europa, América del Norte y Asia Oriental, la tasa de natalidad se sitúa por debajo del nivel necesario para reemplazar a la población existente. Paralelamente, tener perro se ha convertido en algo común, con entre un cuarto y la mitad de los hogares europeos compartiendo la vida con al menos un can. En muchos de estos hogares, el perro no es solo una mascota: es un miembro de la familia, o incluso un “bebé peludo”.

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Entonces, ¿la gente elige tener perros en lugar de hijos? La respuesta corta es: a veces sí, pero con matices.

Los investigadores del Departamento de Etología de ELTE explican que para algunas personas, tener un perro es una especie de solución emocional intermedia. Ofrece los beneficios emocionales del cuidado parental, como el afecto, el sentido de propósito en la vida y el apoyo social, sin los costos financieros, logísticos y psicológicos que conlleva tener un hijo. En términos evolutivos, podría tratarse de una manera alternativa de satisfacer el impulso de cuidar, formar vínculos y ofrecer protección.

¿Pero por qué los perros, específicamente, encajan tan bien en este papel?

Los perros y la respuesta de cuidado
En primer lugar, por su inteligencia social. Los perros han evolucionado para comprender y responder al lenguaje corporal, las señales y emociones humanas. En muchos aspectos, sus comportamientos se asemejan a los de niños pequeños que aún no hablan. Además, algunas razas como los carlinos o los bulldogs franceses, con sus rasgos “infantiles” exagerados, evocan fácilmente una respuesta de cuidado parecida a la que despiertan los bebés humanos. Los perros también dependen totalmente de sus cuidadores: no eligen qué comer, ni cuándo pasear, ni con quién interactuar. Este nivel de dependencia fortalece el vínculo emocional, y ha motivado incluso el desarrollo de leyes para proteger sus derechos, al igual que se hace con los niños.

«A pesar de su alta dependencia, en la percepción de muchos, tener perro implica menos sacrificios que criar a un niño», explica Laura Gillet, doctoranda en el Departamento de Etología. «La corta esperanza de vida de los perros influye: la mayoría de personas asume que sobrevivirá a su perro, pero no a su hijo».

Además, en muchas sociedades occidentales, tradicionalmente influidas por valores cristianos, la vida humana sigue teniendo más valor simbólico que la animal. Esto influye no solo en decisiones individuales, sino también en cómo entendemos y jerarquizamos nuestras relaciones emocionales.

No obstante, los investigadores insisten en que solo una minoría trata realmente a su perro como a un niño humano. «La mayoría de dueños eligen tener perro precisamente porque no es como un hijo, y respetan sus necesidades como especie», señala Enikő Kubinyi, autora principal del estudio y directora del grupo de investigación sobre animales de compañía del MTA-ELTE. Aun así, advierte que tratar a los perros como sustitutos infantiles puede tener consecuencias negativas: desde problemas emocionales en el animal hasta la proliferación de razas con graves problemas de salud, criadas solo por su aspecto “adorable”.

La investigación concluye que las prácticas de tenencia canina, incluida la crianza intensiva, son muy diversas y dependen tanto del contexto cultural como de la etapa vital de cada persona. Así, un perro puede ser el “hijo perruno” de una pareja sin hijos, y más adelante convertirse en “hermano peludo” del primer bebé humano. Los autores proponen que la relación humano-perro no debe verse solo como una imitación de la relación padre-hijo, sino como una combinación única de vínculos: parte amistad, parte familia, parte compañerismo.

En última instancia, los animales de compañía están ayudando a redefinir la familia moderna, al mismo tiempo que revelan las carencias emocionales de un mundo cada vez más individualista y solitario. La figura del perro, leal y afectuoso, se convierte en símbolo de nuevas formas de conexión en una era de vínculos humanos frágiles.

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